Por Aintzane Ezenarro

Valiente artículo de quien prefirió la fidelidad a sus principios sobre paz y tolerancia que la sumisión a la trasnochada «disciplina de partido» vigente en la vieja política. Aintzane no deja tirados a los presos de ETA que han iniciado un camino de ruptura con la violencia, aspira a que la sociedad vasca llegue a una reflexión compartida de que la violencia no resuelve los conflictos, sino que los agrava, y plantea preguntas incómodas que dejan en evidencia a los que siguen viendo a los presos como elemento de movilización.
Las incoherencias aumentan si observamos cuál ha sido el recorrido que ha hecho la propia Sortu para su vuelta a la legalidad: ¿por qué se puede hacer un “uso revolucionario de la legalidad burguesa”,como decía Arnaldo Otegi, para recuperar la legalidad y no se puede hacer ese mismo uso de la legalidad por parte de los presos para recuperar su libertad? O dicho de otra manera, ¿por qué los militantes de Sortu pueden suscribir en sus estatutos el “rechazo de la violencia de ETA” y cualquier “clase de connivencia política y organizativa con la violencia, con las formaciones que han sido ilegalizadas por razón de esa connivencia” y los presos no pueden rechazar la violencia de ETA, reconocer el daño causado y asumir la responsabilidad de sus actos, que es exactamente lo que han hecho los presos que hoy se encuentran en la cárcel de Zaballa? Según palabras del portavoz de Herrira, la vía iniciada por estos presos“está dentro del esquema de vencedores y vencidos”. ¿En qué esquema se encuadra el cumplimiento a rajatabla de la Ley de Partidos? ¿Cuál es la diferencia?
Una de las cuestiones más acuciantes, urgentes, para abordar de una manera ordenada el cierre del ciclo de la violencia política en nuestro país es la cuestión de los presos y su reincorporación a la sociedad vasca. En efecto, tras más de un año desde la declaración del cese definitivo de la violencia por parte de ETA, no se ha avanzado nada en esta materia, y ello se debe, fundamentalmente, a la posición del Gobierno del PP, que está demostrando una enorme falta de responsabilidad histórica con su inmovilismo, poniendo en cuestión incluso el objetivo constitucional de la reinserción. Por su parte, la dificultad que está demostrando ETA para su desarme y desaparición definitiva tampoco contribuye a romper este inmovilismo y los que pagan en carne propia las consecuencias son los presos. Pero también hay que poner el foco en la falta de concreción de propuestas por parte de los partidos vascos para buscar una respuesta efectiva, práctica y constructiva a la resocialización de los presos, sobre todo por parte de aquellos que marcan esta cuestión como prioritaria.
Y se lo deberían explicar, sobre todo, a aquellos reclusos que sí han iniciado una vía de resocialización a través del cauce legal establecido, que no es otro que la aplicación de los beneficios penitenciarios a quien lo solicite y cumpla los requisitos legales. Sin embargo, la izquierda abertzale no solo no los apoya, sino que los critica y los excluye, como cuando no les dejaron firmar el Acuerdo de Gernika a los presos autodeterminados “Presos comprometidos con el irreversible proceso de paz”.
Es hora de mojarse, de concretar y de abordar este debate sin dilaciones. Desde el posibilismo y pragmatismo tal y como se ha hecho con la Ley de Partidos. La ponencia del Parlamento Vasco debería abordar, en la mayor brevedad posible, esta cuestión y llegar a un acuerdo de mínimos, para con posterioridad hacerle llegar al Gobierno central e intentar, de manera conjunta, que modifique su política penitenciaria.